
El lunes, tuvo lugar una excepcional presentación de un libro no menos excepcional, Viaje al corazón de España, del conocido historiador Fernando García de Cortázar. Fue un acto poco común por la expectación que despertó (la gran sala de La Casa del libro estaba literalmente abarrotada), por la cuidada y original composición del libro (obra de la joven editorial Arzalia), por la altura y densa trayectoria intelectual y moral del autor y por la naturaleza del elenco de presentadores.
Además de Ricardo Artola, el editor, y José Domingo, que actuó como moderador, acompañaban a Fernando García de Cortázar el conocido historiador Ricardo García Cárcel, Marita Rodríguez, de la Asociación por la Tolerancia, y Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional y activista muy conocido en la sociedad catalana.
Artola mostró su satisfacción y orgullo por la obra que presentaba al público barcelonés que, dijo, por su calidad estaba destinada a promocionar y abrir mercado a una editorial casi recién llegada al mercado. Un trabajo de difícil elaboración y edición que solo alguien con las cualidades de Fernando García de Cortázar pudo llevar a su satisfactoria compleción.
José Domingo, presidente de Impulso Ciudadano, exvicepresidente de la Asociación por la Tolerancia y fundador de Societat Civil Catalana, se encargó de las presentaciones y fue lubricando con enjundia y mucho humor las transiciones en el uso de la palabra, justificando en cada caso las razones de la presencia de los invitados (incluido él mismo) y la especial relación de coincidencia, admiración y afecto personal que les unen al autor. En todos los casos, hay una militancia, compartida con García de Cortázar, en distintos movimientos de resistencia al totalitarismo nacionalista.

Ricardo García Cárcel, quien además ha compartido con él numerosos avatares profesionales, afirmó que, de entre las muchas razones que hay para viajar, la que mueve al autor de este viaje es el “patriotismo sentimental” y, al mismo tiempo, cultural. Se trata de experiencias hilvanadas con sus vivencias personales en un ejercicio prodigioso del recuerdo (se preguntó si no serían estos los esbozos de un futuro libro de memorias). De cada una de ellas mana un “surtidor de referencias históricas y culturales” que hacen del libro casi una obra de consulta.
Marita Rodríguez, a quien José Domingo calificó como una referencia obligada en el progreso del constitucionalismo en Cataluña, mostró su satisfacción por hallarse, en su modestia, en compañía de tan ilustres compañeros de mesa “todos grandes profesionales, afirmó, que se han ganado mi respeto y admiración por haber rellenado el hueco dejado por las Instituciones del Estado en la labor pedagógica e incansable de dar la batalla ideológica al nacionalismo”.
Explicó, a continuación, las diversas ocasiones en que Fernando García de Cortázar había acudido a las solicitudes de colaboración de la Asociación por la Tolerancia, que han ido forjando una sólida amistad. Glosó su bonhomía y brillantez intelectual y elogió el libro como una fuente inagotable de sorpresas y conocimiento.
Francesc de Carreras, quien también ha compartido escenario con el autor en diversas ocasiones, agradeció la oportunidad que esta invitación le brindaba de reencontrarse con él y de reconocer su extraordinaria contribución al conocimiento de España. Se preguntó las razones por las que el “corazón” aparece en el título, mostrándose convencido de que no se trataba de un lugar físico, sino de una referencia a lo que nos constituye como nación, aquello que todos –de una u otra manera– compartimos.
Calificó la obra como un libro “de altura”, muy útil, de un historiador que ha sentido la Historia como algo muy profundo y busca en el viaje una oportunidad de reflexión. Fue muy celebrada su ocurrencia cuando dijo alegrarse de que no se hubiera elegido como título “Viaje al corazón del Estado español”.
Fernando García de Cortázar empezó haciendo confesión de su temperamento emotivo y dejó constancia de sentirse profundamente conmovido por un acto que superaba con mucho los límites de lo convencional. “Que nadie se engañe, dijo, todos sabemos que lo que está ocurriendo hoy aquí no es una simple presentación de un libro, sino una acto de afirmación de la españolidad de Cataluña”.
En relación con la reflexión de su antecesor en el uso de la palabra acerca de la mención del corazón en el título, corroboró lo dicho por García Cárcel en el sentido de que se trata de un viaje sentimental y que trata de revivir las emociones vividas y, a la vez, de despertar en el lector el amor por el país. Agradeció a sus padres que le inculcaran el amor por el saber y el gusto por viajes y por conocer todos los rincones de España (y a su madre, en particular, por haberle adiestrado en la exigencia en el uso correcto de la palabra).
De ellos recibió el sentimiento de amor patriótico que es lo que aspira a sembrar con este libro, en unos momentos en que nadie se ocupa de estos menesteres y que son grandes las fuerzas que trabajan en sentido contrario. En referencia a las fuerzas centrífugas, tan activas hoy en Cataluña, recordó conversaciones con Felipe González y otros líderes hace ya muchos años, en las que se traslucía ya el convencimiento de que, pese al drama que para el País Vasco y para el resto de España supuso el terrorismo de ETA, el verdadero problema estaba en Cataluña, “porque allí nos podían matar, pero nunca nos pudieron silenciar”.
España, dijo, “no es un simple trámite legal cumplimentado en 1978”, sino un lugar rico y plural compuesto por distintos cantos, paisajes, tradiciones culturales y paisanajes. El conocimiento vivencial y emocional de los mismos es lo que nos constituye en el corazón. Este libro se justifica porque “no se han cantado las baladas de la nación” y es necesario hacerlo para sembrar el amor por ella.
Cerró su intervención recordando cómo en los momentos más duros de la amenaza terrorista y en medio del dolor de las víctimas, de las que tan cerca ha estado siempre, volvían a su memoria los versos de su paisana, la poetisa Ángela Figuera (para la que pidió mayor reconocimiento público): Tú me has parido y hecho y traspasado de dicha y de dolor hasta los huesos con tu belleza que se clava y ciñe como un cilicio rojo en mi cintura.
El público despidió a la mesa y, en particular, al autor con una ovación cerrada y puesto en pie. Y se marchó con la sensación de haber vivido, si se permite la cursilería, una especial ceremonia de comunión espiritual.
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