El fichaje de Gabriel Rufián, por mucho que a muchos nos parezca un personaje estrafalario y que roza el frikismo, le está proporcionando réditos políticos a su partido, sobre todo en Madrid, porque es visto como un compañero de viaje necesario por parte de la izquierda radical en el resto de España. Pero su trabajo también sirve para conseguir los objetivos de ERC en Cataluña.
Con un discurso marcadamente izquierdista en el Congreso de los Diputados va lanzando mensajes que poco a poco calan en un electorado que tradicionalmente veía a los independentistas como algo exótico, y que desde la crisis económica que impulsó el ‘procés’ comienza a verlos como una opción aceptable. De hecho, ERC ya es una fuerza importante en muchos ayuntamientos del área metropolitana de Barcelona. Por ejemplo, ganó en Barcelona y lidera la oposición en la segunda ciudad de Cataluña, L’Hospitalet de Llobregat. No conviene, por lo tanto, despreciar la labor de Rufián y hay que intentar contrarrestarla.
Gracias a los acuerdos con el PSOE y Podemos en las Cortes ERC está consiguiendo, tras el intento de golpe de Estado del 1-O, una pátina de “respetabilidad” e “izquierdismo” ante parte del electorado español. Cualquier avance “social” del que quiera presumir el Gobierno en las cuentas públicas también Esquerra podrá decir que es cosa suya. Y ese blanqueo es letal para la convivencia en Cataluña, porque les permite no arrepentirse de sus fechorías y prometer que “lo volverán a hacer”.
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