Llenar de esteladas y otros símbolos separatistas y, por lo tanto, partidistas los edificios públicos y la vía pública fue condenado hace tiempo por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña al romper la neutralidad que estos ámbitos han de tener, pero eso no le importa a los alcaldes de un buen número de localidades.
Los partidos secesionistas que gobiernan estos municipios no solo no las retiran, sino que montan patrullas de vigilancia para pillar in fraganti a los ciudadanos que por su cuenta intentan descolgarlas para que se cumplan las sentencias judiciales. El objetivo es denunciarles para “señalarles” y crearles el máximo de problemas.
Además, no solo les denuncian, sino que difunden sus nombres en redes sociales acusándoles de “fascistas”. El definir como “fascista” a todo aquel que no es secesionista forma parte de la estrategia política del separatismo para que nadie ose discrepar públicamente por miedo a ser insultado y señalado.
El espacio público es de todos, y no es exclusivo de los secesionistas. Imponer una ideología “por narices” está mucho más cerca del fascismo que los secesionistas dicen denunciar que el descolgar banderas esteladas de las calles y edificios públicos para recuperar el espacio común para todos los ciudadanos.
(Imagen: foto de archivo de una estelada en un edificio consistorial en la Cataluña interior)
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