Pedro Sánchez vuelve a quedar en evidencia. Su Gobierno ha intentado manipular a la opinión pública y, lo que es peor, a sus socios secesionistas. Moncloa anunció con bombo y platillo un supuesto diálogo bilateral con Alemania sobre la oficialidad del catalán, el vasco y el gallego en la Unión Europea. La verdad ha tardado muy poco en imponerse.
Desde Berlín, el portavoz del Ejecutivo alemán, Stefan Kornelius, ha sido tajante: la postura de Alemania es la misma. No hay cambio. El canciller Friedrich Merz mantiene el bloqueo a la iniciativa que exige Junts y otros grupos separatistas.
La versión oficial alemana choca frontalmente con el relato triunfalista de la Moncloa. El Gobierno de Sánchez había filtrado un supuesto acuerdo para abrir una mesa de negociación entre ambos países. El objetivo, según el Ejecutivo socialista, era que España preparase una propuesta con opciones reales de ser aprobada.
Pero la realidad de la diplomacia es tozuda. La posición alemana se mantiene firme: la oficialidad de nuevas lenguas exige la unanimidad de los 27 Estados miembros y, además, supondría modificar los tratados europeos. Berlín usa estos argumentos como muro de contención.
Alemania, uno de los actores con más peso en el bloque comunitario, es el principal obstáculo para que el catalán —y las demás lenguas cooficiales— logre ese estatus. Su negativa, respaldada por motivos logísticos y económicos, frustra las aspiraciones de los secesionistas.
El PSOE y su presidente, Sánchez, necesitan desesperadamente vender logros a sus socios de investidura, como Junts. La oficialidad del catalán es una de las principales promesas hechas a los separatistas para asegurar la estabilidad del Gobierno. Con este desmentido, la mentira de Sánchez queda al descubierto.
Hace poco más de un mes, Sánchez y Merz se reunieron en Moncloa. Ya entonces no hubo ningún avance. Merz fue claro: admitió las dificultades de ampliar el servicio de idiomas y hasta sugirió que la inteligencia artificial podría ser la solución futura, no la incorporación de nuevas lenguas oficiales.
El desmentido de Berlín no es solo un revés diplomático. Es, sobre todo, una muestra de que el Gobierno de Sánchez está dispuesto a engañar a sus propios socios. El PSOE utiliza la oficialidad como moneda de cambio, pero sus promesas se estrellan contra la realidad europea.
Es el enésimo jarro de agua fría para Junts. Sánchez vuelve a incumplir una promesa clave. La oficialidad del catalán en la UE no avanza; solo lo hacen los malabarismos y las mentiras de un Gobierno acorralado por sus compromisos con el separatismo.
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