Ciudadanos no ha aprovechado más de tres años como primera fuerza constitucionalista de Cataluña para plantar cara a TV3. Bien está que Albert Rivera e Inés Arrimadas hayan decidido emplearse a fondo últimamente y seguir los pasos firmes de otros ilustres correligionarios que sí llevan años diciendo un día sí y otro también lo que piensan de los excesos propagandísticos de la televisión de la Generalitat, como, por poner dos ejemplos, Juan Carlos Girauta y Jordi Cañas.
Porque a Ciudadanos con TV3 le ha pasado algo muy curioso. Llevan años soportando como cómicos, tertulianos y colaboradores les ha insultado de la peor manera y la respuesta, por lo general, ha sido más bien tibia. Levantaban la voz un rato, y luego se bajaba el diapasón. Cuando la primera fuerza de la oposición (2015-2017) y del Parlament (2017- ) merecía un trato mucho más digno por parte de la televisión que pagamos todos los catalanes. Y lo que han sufrido merecía más de un plante y unas docenas de denuncias ante instancias judiciales. Está bien ser prudentes, pero…
Por suerte, el 2018 ha sido el año del gran despertar de Cs frente a TV3 y al fin se han dado cuenta que los excesos, mentiras y manipulaciones de la televisión de la Generalitat son muy graves. Este comportamiento es uno de los principales problemas de Cataluña, porque buena parte del odio que se ha sembrado en nuestra sociedad se ha generado desde los estudios de Sant Joan Despí, bien directamente o bien mediante los personajes que pasan por allá.
Cuando personajes como Toni Albà pueden insultar a más de media Cataluña en sus shows y en las redes sociales, mientras cada mes cobra de la televisión que pagamos todos los españoles, algo falla. Cuando empresarios como Toni Soler pueden ofender y calumniar a líderes constitucionalistas, jueces e instituciones de todos los españoles mientras factura decenas de millones de euros a TV3, algo no va bien.
Cuando en los informativos de TV3 se manipula, se ayuda a montar manifestaciones secesionistas, se permite que se quemen ejemplares de la Constitución, se permite que se insulte a líderes y comunicadores constitucionalistas, y no pasa nada, es que ya no es un servicio público y no merece la pena invertir centenares de millones de euros anualmente que se podrían gastar en sanidad o educación.
TV3 no es una vergüenza. Es un medio de comunicación innecesario, porque insulta, manipula y ofende. Y encima, a costa de unos contribuyentes que, en su inmensa mayoría, no quieren saber nada de esa cadena. Ya no es que no la vean, es que consideran que ataca a su libertad y a sus derechos. Por eso damos la bienvenida a Albert e Inés en su afán de denunciar sus excesos. Ahora hay que persistir y no parar hasta que consigan que vuelva a ser un servicio público, y no un medio de propaganda.
Por Sergio Fidalgo. Director de elCatalán.es
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