“Las fronteras son las cicatrices que la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra. Grabadas a sangre y fuego. ¡No levantemos más».
Esta frase, que Josep Borrell ya pronunció en su alocución del 8 de octubre de 2017 en la multitudinaria manifestación constitucionalista de Barcelona, le ha servido hoy también para dar respuesta a la interpelación que un eurodiputado defensor de las identidades nacionales le ha hecho en el “examen” a que ha sido sometido, en el Parlamento Europeo, como “Alto representante” para la política exterior propuesto por los Estados Miembros y la Presidenta de la Comisión Europea. Con ella, con la frase, Borrell ha querido expresar su posición frente a los populismos nacionalistas, aunque algunos le reprocharán no haber lanzado una invectiva contra los presentes en España, concretamente en Cataluña. Pero quien ha querido entender ha entendido.
Borrell ha pasado el examen “con nota”. Ha sido un debate experto, donde ha tenido que contestar tanto cuestiones específicas relacionadas con las funciones concretas que va a tener que desempeñar en su futuro puesto, como relativas a esos problemas mundiales que todos tenemos en mente, aunque a veces parece que no queramos explicitarlos: las guerras, el terrorismo, las desigualdades, la manipulación informativa….
Con un orden metodológico medido al milímetro, los intervinientes le han ido preguntando sobre todo ello y Borrell ha dado cumplida respuesta, con esa ironía fina que le caracteriza cuando las preguntas han versado sobre temas que hubieran podido ser más que incisivos, y con datos y argumentos precisos y sólidos en las grandes cuestiones. Los que asistíamos al debate no nos hemos aburrido ni un minuto.
¡Qué diferencia con los debates parlamentarios en España y (también) en Cataluña! Se respetaban los tiempos, se tenían preparadas las preguntas y el interrogado tenía respuesta para todo. Bueno, para casi todo, como en algún momento ha reconocido, por no meterse en jardines ajenos. Porque, en su futuro puesto, el Alto representante para la política exterior de la UE va a ser, también, y por ello, Vicepresidente de la Comisión Europea y, además, tendrá que coordinar la acción exterior de los Estados miembros en el Consejo, por expresa disposición de unos Tratados cuyo contenido ha demostrado conocer con creces durante el debate.
Ha salido bien y ha salido reforzado. Ha tenido que sudar la camiseta durante tres horas. Hubiera podido suceder lo contrario, puesto que, en estas audiciones a los candidatos a comisarios, un par han sido rechazados por el Parlamento Europeo (los de Hungría y Rumanía) y otros no tienen claro si finalmente serán aceptados (los de Francia, Polonia y Suecia).
¿Se imaginan Vds. que en nuestro Congreso de los Diputados, o en el Parlament de Cataluña, los futuros ministros o consellers tuvieran que pasar por un examen semejante y pudieran ser rechazados por la cámara? Los elegidos opinando, cuestionando y valorando si un candidato a ministro puede ser considerado competente y adecuado para el puesto. Pues eso sucede en la Unión Europea. Los miembros del Parlamento Europeo preguntan, cuestionan y opinan si los futuros miembros de la Comisión Europea son dignos de ocupar esos puestos. Para que luego digan, como han hecho algunos, que quizás mejor que nos replanteáramos la pertenencia a ese “club decadente de estados antidemocráticos” que no tienen “sensibilidad” hacia lo que quiere “el pueblo”.
Por Teresa Freixes
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