«No contar la verdad de lo que ocurre, protegerles porque son los que saltan al campo, los que ganan los partidos, los que conquistan los títulos, los que pueden provocar tu despido o un adelanto electoral, puede suponer un impedimento para que una entidad, que tiene como bandera ser ‘més que un club’, pueda cumplir, no solo con la función de representar a todo un pueblo, una historia de más de 100 años y unos principios, sino dejar de ser considerado, como lo fue en su día, un ejemplo».
Este lunes el periodista Emilio Pérez de Rozas finalizó así, en la versión impresa de ‘El Periódico’ dado que en la digital había otras tres líneas más, un artículo sobre el papel de los jugadores del Barça en los últimos años como auténticos amos del club azulgrana. No voy a entrar a valorar su análisis porque él conoce, mucho mejor que yo, la realidad de esta institución deportiva.
Pero lo que me indigna es como cae en el manido tópico que el Barça «representa a todo un pueblo». Podríamos discutir, de entrada, si existe el «pueblo catalán», cuando nuestra comunidad autónoma es demasiado plural, tanto política como culturalmente. Aún dando por bueno que existiera un «pueblo catalán» lo que sí es una ofensa que el millón de catalanes que son madridistas y los centenares de miles que son pericos y béticos, por citar solo tres clubes, puedan sentirse «representados» por el Barça.
El club azulgrana no tiene la función de «representar a todo un pueblo», porque somos muchos catalanes los que disfrutamos cada vez que el Barça pierde un partido. Y este año, por cierto, lo hemos conseguido en muchas ocasiones, con el magnífico espectáculo del Eintracht de Frankfurt en las gradas del Camp Nou provocado por la codicia de la directiva culé. Estampas como esa hicieron que muchos catalanes fuéramos felices, porque la tradicional prepotencia de buena parte del entorno azulgrana — por ejemplo el de Pérez de Rozas y su «función de representar» — ha motivado que cada vez haya más catalanes que gocemos de sus desgracias.
El Barça, herramienta del separatismo
No es ajeno a este creciente número de catalanes que niegan al Barça su «función de representar» el que en los últimos años cada partido en el Camp Nou se haya convertido en un festival del separatismo, con sus gritos de «independencia» o sus pancartas insultantes a todo lo español. De hecho, conozco a unos cuantos catalanes ex barcelonistas que han dejado de seguir al club por su postura política.
Que el Barça es el club con más seguidores de Cataluña es una obviedad. Que tiene tantos simpatizantes como detractores, en Cataluña, también. Por lo tanto no tiene esa «función» de «representación», porque muchos catalanes nos negamos a ser «representados» por el «més que un club», por mucho que se venda como el «ejército desarmado de Cataluña». Será de cierta Cataluña, porque hay otra parte — importante — que preferimos reírnos de sus desgracias.
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