El 22 de enero, una profesora de política europea de la Universidad de Copenhague, Marlene Wind, nos regaló un resumen, lleno de buen humor, de los argumentos contra el nacionalismo catalán. En un debate público formuló con precisión preguntas importantes a propósito del separatismo catalán, hablando en su papel de observadora de la política europea y estudiosa del concepto de democracia.
Los organizadores del evento subrayaron que querían que fuera un acto universitario, no un mitin, pero quedó patente que Puigdemont no es capaz de discutir en un nivel universitario. Parece que fue el entorno de Puigdemont el que tomó la iniciativa de la visita, pero ¿debería la universidad haber aceptado la propuesta? La profesora justificó que se organizara el acto con el argumento de que es el papel de la universidad debatir sobre cuestiones de actualidad, pero en este caso surge la pregunta de quién ganó.
Intelectualmente, ganó la profesora Wind, pero Puigdemont logró que la prensa hablara de él y que pudiera lanzar una vez más su discurso separatista. No contestó las preguntas de fondo que le hicieron. Consiguiendo que la Universidad de Copenhague organizara el evento, Puigdemont logró montar un mitin sin costos para él. Pudo pronunciar su discurso de siempre, mostró a las autoridades españolas que hace lo que quiere y quizá convenció a algún oyente sin conocimientos previos. ¿Pero qué sucedió exactamente?
En su discurso inicial, Puigdemont recurrió a palabras como democracia, libertad, justicia, pueblo catalán, nación y derechos fundamentales, dando a las palabras el sentido que a él le convenía. Sin embargo, cuando le tocó a la profesora Wind, esta abrió su intervención preguntando a Puigdemont por su uso del término democracia. Democracia no es solo votar, sino es también el respeto a la ley y la protección de las minorías.
La profesora destacó que al referéndum del 1 de octubre acudió solo un 43 % de los posibles votantes. Estos votaron en su gran mayoría a favor de la independencia y sin respetar ninguna norma de neutralidad democrática; pero, ¿constituían una base suficiente para dar legitimidad a la proclamación de la independencia? En las elecciones del 21 de diciembre quedó patente que la sociedad catalana está dividida en dos bloques más o menos iguales. ¿Consideraba Puigdemont que un proyecto político de independencia se puede promocionar con un apoyo tan débil? Elegantemente, la profesora hizo ver que los separatistas abusan de las palabras centrales del debate político y que, si se tergiversan los términos, la discusión se hace imposible. Esta observación debería molestar a los separatistas, ya que reclaman constantemente el diálogo.
La profesora preguntó también a Puigdemont cuál era su proyecto para el conjunto de Europa. ¿Quería unos 100 o 200 Estados étnica y lingüísticamente ”limpios”, es decir, una balcanización? Un proyecto así debilitaría a Europa y solo Putin podría alegrarse de eso. Preguntó también si lo sucedido durante los últimos meses había influido en Puigdemont, ya que ahora sabe a ciencia cierta que la UE no apoya el proyecto y que ningún líder europeo se pone del lado de los separatistas.
La profesora siguió con una serie de preguntas prácticas. ¿Los separatistas van a establecer puestos fronterizos e imprimir su propia moneda? ¿No temen ahuyentar a los turistas y a los inversores? ¿Cuál es esta urgencia de independencia de una región rica que además tiene más competencias exclusivas que las regiones alemanas?
Una pregunta inusual fue si Puigdemont no temía que su ”estilo” exacerbara la polarización de la sociedad catalana. Sabiendo como saben los separatistas que la mitad de los ciudadanos no comparten su proyecto, ¿se puede decir que están actuando movidos por amor a la sociedad catalana?
¿Qué va a hacer Puigdemont ahora, sabiendo que solo tiene consigo la mitad de la población y que la UE teme un efecto dominó? Con repetir la pregunta, la profesora subraya que el discurso separatista es irreal e irrealizable. Sin embargo, Puigdemont no ”acusa recibo” de lo que ha sucedido y es probable que la atención que recibe por parte de la prensa retrase su aceptación de la realidad. En Copenhague estaba rodeado de periodistas con micrófonos y parecía eufórico en el papel de una estrella mediática internacional. Si dejara de promover el separatismo, nadie se interesaría por él.
Precisamente, el marco universitario subraya que no es por la brillantez intelectual que lo busca la prensa, porque, en las respuestas agrupadas al final del seminario, Puigdemont no contestó a las preguntas que se le habían formulado sino que se lanzó a hacer declaraciones inconexas, y parecía que quería agradar a los oyentes como fuera. Se decía gran amigo de la colaboración europea, pero no quiso admitir que la secesión de Cataluña podría perjudicar a Europa. Cataluña quería ser miembro de la UE para ayudar a resolver los problemas actuales de esta organización. Insistía en que ”los catalanes” eran gente de paz y siempre lo habían sido. Solo querían dialogar.
A la vez, dijo que no iban a rendirse nunca. En vez de contestar si respetaba o no la Constitución, decía que esta se puede cambiar. La escuela catalana era bilingüe, afirmaba, y no había ningún problema con la educación. Él no quería balcanizar Cataluña, pero Ciudadanos sí. Él quería una Europa fuerte y estaba orgulloso de la herencia europea. No quería comparar el caso de Cataluña con el de otras regiones europeas, porque Cataluña era diferente. Comparó más bien Cataluña con Dinamarca, y era obvio que había elegido venir precisamente a Dinamarca para poder hacer esa comparación. Si Dinamarca podía ser un pequeño país independiente, ¿por qué no Cataluña?
Sin embargo, la profesora Wind no ”tragó el anzuelo”. Dinamarca nunca ha formado parte de otro país. Ella también rechazó las acusaciones de Puigdemont contra España como país no plenamente democrático. La profesora declaró que algunas de las afirmaciones de Puigdemont resultaban insultantes para España. Como se dijo más tarde en un comentario de blog, las declaraciones de Puigdemont resultaron ”una amalgama de embustes, falsedades, sofismas y mentiras”.
En un comentario después del seminario, la profesora Wind habló del ”circo político” montado por Puigdemont y de que este estaba convirtiendo a todos en rehenes de su juego. Volviendo a la pregunta del comienzo, ¿debería la Universidad de Copenhague haber aceptado organizar un seminario con Puigdemont? Hasta después de ver cómo salió el asunto, es difícil decir quién “ganó” más. La profesora Wind hizo un excelente trabajo, pero Puigdemont logró tener un mitin en Copenhague. Lo que está claro es que la prensa no solo documenta e informa sino está ayudando a crear lo que supuestamente solo describe.
Inger Enkvist (Catedrática emérita de filología hispánica de la Universidad de Lund, Suecia)
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