Al pasear por las calles de Barcelona en esta Diada he podido observar a muchas personas vistiendo las camisetas “Per la República catalana”. Eran familias enteras, niños, adolescentes, personas mayores los que vestían esta prenda reivindicativa. Muchos de ellos llevaban también el lazo amarillo. He visto ilusión en sus caras. También he visto alegría y paciencia.
Mientras ellos tienen un proyecto, un objetivo, un punto de llegada: su Ítaca, nosotros ¿qué tenemos? Tenemos un Estado social y democrático de Derecho descentralizado. Pero no nos sentimos a gusto con él. Muchos quieren volver a un Estado centralizado. Otros quieren avanzar hacia una mayor descentralización. Otros hablan de un Estado plurinacional federal sin explicar qué significa.
Estas tesis no son objeto de debate serio y profundo ni en la prensa ni en la sociedad civil de sensibilidad unionista y mucho menos en los partidos políticos (es cierto que una diputada caída en desgracia en su propio partido diseñó un proceso jurídico a favor de un referéndum de autodeterminación de Cataluña lleno de pasos y mayorías reforzadas aunque nadie ha vuelto a traer a colación esta propuesta).
Tampoco podemos demonizar a quienes están a favor de la independencia de Cataluña tachándoles de ilusos o abducidos si de los 180 votos obtenidos en la moción de censura constructiva que dio la Presidencia de Gobierno a Pedro Sánchez nueve provienen de ERC y ocho del PDECat. No son tan malos si hemos aceptado sus votos para acceder al poder y si el sistema electoral permita que tengan este poder.
Resulta imposible también alegar que el actual Gobierno está ocupado en otras tareas y no puede prestar atención a la cuestión catalana. Este Gobierno dice tener un proyecto político para doce años. Lástima que tal proyecto es desconocido por la sociedad por lo que podrían ser doce o doscientos años (en el discurso de investidura se hicieron unas vagas promesas de revertir recortes sociales y de diálogo). Nada se sabe sobre cambios en el mercado laboral. Ni sobre el desarrollo de la transición ecológica. Ni sobre un plan de infraestructuras. Ni sobre la política energética. Ni sobre la financiación autonómica. Ni sobre la financiación local. Ni sobre una reforma constitucional.
Por el contrario, ya sabemos que se exhumarán los restos de Franco este año, que en el Falcon se va muy bien al FIB y que el presidente queda muy guapo con gafas de sol como dicen las ministras del Gobierno con más mujeres del mundo.
Esta situación de desconcierto a nivel estatal no va a impedir y quizás acelere que muchos residentes en Cataluña caigan tentados por la utopía nacionalista sin paro ni pobres ni corrupción y helado cada día de postre.
España tiene que ser atractiva para sus habitantes teniendo un proyecto de futuro claro y exigente que garantice las libertades y la igualdad jurídica de todos los españoles con una definición detallada de derechos y obligaciones para todos. Si falta este objetivo, las fuerzas centrífugas no dejarán de reforzarse y empoderarse.
José María Tovillas Morán
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