‘Barcelona on the rocks’ (Cara B Ediciones) es un recorrido sentimental por algunos de los bares más curiosos de la ciudad en los primeros años de la segunda década del siglo XXI, de la mano de algunos personajes públicos, como Ferrán Monegal, Miqui Puig, Kiko Amat, Carles Flavià, Ricard Gomà, Pepe Colubi, Alberto Fernández Díaz, Jordi Costa, Jaume Collboni o Josep Sánchez Llibre.
Estos personajes servían de cicerones, y mostraron a los dos autores, Fernando Muñiz y Sergio Fidalgo, su local preferido y les explicaban por qué lo frecuentaban. Pero el libro es mucho más que eso, porque además de relatar las historias de los entrevistados en sus locales favoritos, es una muestra de ‘arqueología hostelera’, dado que se muestra al lector locales desubicados, curiosos o, simplemente, fruto de otra época.
Uno de los capítulos más chocantes es el dedicado a un tipo de bar que muchos barceloneses ven, pero muy pocos frecuentan, los situados dentro del Metro, en los pasillos de transbordo, o justo detrás de las máquinas canceladoras de billetes. Locales pequeños, de paso, con muchos años a cuestas, y muchas pequeñas anécdotas vividas por unos propietarios muy acostumbrados a las prisas entre café solo y cortado.
Capítulo aparte merece el grafismo de este tipo de establecimiento. A los autores se les nota cierto gusto con el feísmo con clase, o por el kistch popular, y las fotografías de ventanales con pulpos de cinco patas, vermús con aceituna o rótulos con nombres castizo son uno de los atractivos de esta obra. Muñiz y Fidalgo se patearon toda Barcelona a la caza de la imagen curiosa, y hay un mini-cuadernillo repleto de impactos visuales que harán las delicias de cualquier amante de los bares populares.
Y es que, en una ciudad de cara al turismo, en el que la hostelería se ha ido dirigiendo hacia este tipo de clientela, también había un buen número de locales que mantenían el sabor popular de los barrios. El libro se publicó justo al inicio de la eclosión de la transición del propietario autóctono hacia el dueño de carácter oriental. Porque los “chinos” que poseen ahora buena parte de estos locales han tenido un gran acierto: mantener la decoración tradicional a la que la clientela estaba acostumbrada, y no ha tocado ni el póster de “Deportivo de la Coruña. Temporada 1983-84”.
El libro constituye el testimonio gráfico y escrito de unos bares que han servido de soporte social a centenares de miles de barceloneses, unos locales en los que han crecido, han hecho amigos, han tenido relaciones sentimentales y han pasado buena parte de sus momentos de ocio. Unos establecimientos que, poco a poco, han ido mutando según la ‘modernidad’ iba poseyendo el alma de la ciudad. De hecho, entre que la obra comenzó a redactarse y acabó la promoción de la misma media docenas de bares o cerraron o cambiaron de manos.
Los personajes populares que explican sus aventuras son solo la excusa para adentrarse en un mundo apasionante, el de las barras que poco a poco van desapareciendo de Barcelona. Aunque algunos de los famosos tienen un pasado hostelero digno de reseñar, como el crítico televisivo Ferran Monegal.
Lo que queda claro tras leer Barcelona on the Rocks es que tan importante como hacer buenas tapas, o tener una buena decoración, es el ‘alma’ que al local le imprime el propietario, o los camareros. Un elemento imprescindible para que un bar sea un éxito y permanezca abierto año tras año. Aunque para ser considerado un bar “on the rocks” además hay que tener cierto toque “kitsch”, o alguna buena historia digna de ser contada de generación en generación de clientes.
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