(Rescatamos esta entrevista a Juan Marsé que publicamos el 27 de septiembre de 2017, pocos días antes del 1-O).
Declaraciones del escritor tras suscribir el manifiesto de los 900 intelectuales y artistas de izquierdas contra el referéndum catalán del 1-O. Una entrevista de Luis Caldeiro.“Valentía Intelectual es la capacidad de
de decir ‘No’ cuando todo el mundo a
tu alrededor dice ‘Sí’ “
(Javier Cercas)
En 2016 se cumplió el 50º aniversario de la publicación de Últimas tardes con Teresa, la que tal vez sea la obra cumbre del emblemático escritor catalán en lengua castellana Juan Marsé (Barcelona, 1933). Una novela a la que debemos, aparte de su inmensa calidad literaria, el haber situado en el mapa al arquetipo humano del charnego, es decir, del catalán castellanoparlante de clase baja, hijo de la inmigración a Cataluña procedente del resto de España. Manolo Reyes, apodado Pijoaparte, es un joven sureño que vive en El Carmelo, suburbio barcelonés colgado de la montaña del mismo nombre y desde el que se divisa una magnífica vista de la ciudad. Seductor, buscavidas, aspirante a trepar socialmente, Pijoaparte acabará prendándose de Teresa, una chica de la alta burguesía catalana, de la que le separa tanto el abismo de la identidad cultural como de la clase social.
Hoy, el barrio, el microcosmos de Pijoaparte, ha cambiado mucho desde los años cincuenta, época en que se desarrolla la historia. Allí sigue estando, efectivamente, el bar Delicias, al final de la Carretera del Carmelo, pero se oye hablar catalán entre la clientela y hasta los camareros atienden en inglés macarrónico a los numerosos guiris que reponen fuerzas tras visitar el Parque Güell. Y uno no puede dejar de pensar en el paso del tiempo, que lo cambia todo, también el paisaje humano, lo que incluye evidentemente al charnego. Entonces uno se pregunta cómo sería el Pijoaparte de hoy en día. ¿Tal vez como Gabriel Rufián?
Marsé se revuelve y lanza un zarpazo: “El protagonista de Últimas tardes con Teresa es un soñador, un ingenuo. En cambio el tal Gabriel Rufián es un parlamentario ridículo, un analfabeto, un muñeco grotesco”. Y por si no hubiera quedado claro, remacha: “Compararle con el Pijoaparte por el hecho de que ambos sean charnegos es ofensivo”.
La contundencia de la respuesta me deja paralizado. Pero uno es terco e insiste: ¿El charnego puede aún a aspirar a construir y mantener una identidad propia, en su propia lengua y con sus propios valores, sin renunciar por ello a la catalanidad? ¿O por el contrario su destino irremediable es diluirse, asimilarse a la cultura catalanoparlante, más tarde o más temprano? “Eso dependerá” –prosigue- “de la personalidad y de los deseos de cada cual, siempre que se respeten las reglas del juego. Es decir: de todo aquello que nos hace iguales ante la ley”.
Un manifiesto
Pero hoy Juan Marsé no es noticia por su literatura, sino por su inequívoco posicionamiento frente al referéndum secesionista en Cataluña. Acaba de suscribir el manifiesto “1-O, Estafa Antidemocrática”, firmado por casi un millar de intelectuales y artistas que se definen como “personas de izquierdas”, algo que incomoda especialmente al independentismo, que prefiere identificar a quienes son contrarios a la secesión de Cataluña con la derecha o a la extrema derecha. Porque, ¿cómo cuestionar a personas que, según reza el manifiesto, “hemos luchado por las libertades contra el franquismo, contra el terrorismo y contra la guerra, por los derechos de las mujeres y de las minorias sociales, y ahora contra los recortes, la corrupción y que rechazamos las políticas del gobierno de Rajoy”?
El manifiesto ha sido promovido por Recortes Cero, un movimiento de izquierdas muy activo en su acción política. Y se ha publicado como publicidad, siendo financiado enteramente por sus firmantes. Entre ellos cabe destacar, aparte de Juan Marsé, a escritores de la talla de Rosa Montero, Javier Marías, Juan José Millás y Félix Ovejero; directores de cine como Isabel Coixet, Fernando Colomo o José Luis Guerín; y actrices como Rosa María Sardà o Mónica Randall. Firman también Miguel Ríos, Javier Mariscal y el ex fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. Incluso la histórica Lidia Falcón, abogada y presidenta del Partido Feminista.
“Cualquier demócrata, sea cual sea su posición ante la independencia, debe rechazar esta convocatoria, impropia de una democracia y tramposa”, proclama el texto. Y apoya su tesis en diversas irregularidades, tantas veces denunciadas: convocatoria no transparente, “hecha mediante una ley de referéndum elaborada en secreto y a espaldas del Parlament”; no se establece “un mínimo de participación”, pero eso sí, “se pretende que el resultado sea válido con solo un voto de diferencia, pudiendo hacer una declaración unilateral de independencia en 48 horas, sin el apoyo de una mayoría de la población catalana”. Y a pocos días de su celebración “no hay un censo oficial”, lo que puede dar lugar “a todo tipo de arbitrariedades”. También “se ha relegado y marginado” a la oposición mediante artimañas como sustraer “los más básicos derechos democráticos” a los diputados, cambiar el reglamento, acortar los tiempos e impedir “el derecho a enmienda y el debate parlamentario”. Hechos que motivaron la denuncia en sede parlamentaria del diputado Joan Coscubiela. Y se han aprobado leyes tan trascendentales como la del referéndum y de desconexión “de forma exprés, en un solo día”. Recalca asimismo que se trata de una convocatoria unilateral. Finalmente, señala, quienes dicen obedecer el “mandato” de la mayor parte del pueblo de Cataluña, “no representan más que el 36% del censo electoral”. Algo fácilmente constatable consultando los resultados electorales de las elecciones autonómicas del 27-S (en votos, pues fueron planteadas como un plebiscito) y aplicando una sencilla regla de tres. “Rechazamos el 1-O como una estafa antidemocrática” -concluye- “Y llamamos a no participar en esta convocatoria, que es lo opuesto a un ejercicio de libre decisión del pueblo de Cataluña”.
Hasta aquí, el documento suscrito por Marsé. Un documento que provocó, como cabía esperar, la reacción inmediata del bando contrario: Antoni Castellà, diputado de Junts Pel Sí y líder de Demòcrates de Catalunya (la escisión independentista de Unió, el antiguo socio de Convergència), manifestó que “constatamos que el manifiesto de los 900 intelectuales responde a una actitud mercenaria a las órdenes de quien les paga”. Y añadió: “Mirando quien firma el manifiesto, sólo puede responder a tres motivos: que los firmantes han perdido la condición de intelectuales, poco probable; dos, proceso de conversión al ultranacionalismo español; o tercero y más probable, que la mayoría de los firmantes han desarrollado sus carreras profesionales gracias al apadrinamiento de los diferentes gobiernos del PSOE”.
No ha sido la única reacción. Como informaba recientemente el diario El Mundo, diversas obras del escritor, depositadas en la biblioteca de Cambrils, han aparecido pintarrajeadas con las palabras “botifler” (traidor) y “renegado”, escritas con rotulador negro y a toda página. Un ataque que se suma a otras agresiones y señalamientos a sedes de partidos, cargos públicos y personalidades del mundo de la cultura contrarios a la celebración del referéndum. Una de las más sonadas, el mismísimo Joan Manuel Serrat.
Contención
Tras suscribir el manifiesto, Marsé prefiere mantener ahora lo que se ha dado en llamar perfil bajo: “No deseo echar más leña al fuego”, comenta. Y aclara que “no es que tema pronunciarme al respecto -lo he hecho ya sobradamente, y desde hace años-, es que en Cataluña se viven hoy momentos de tensión extrema y no deseo sacarle más punta al asunto”. De todas maneras, preguntado por lo que piensa cuando lee noticias sobre ataques a sus libros o le llaman “facha” o “mal catalán” por ser contrario al referéndum, su respuesta sigue siendo categórica: “Pienso que estoy en el buen camino”. No obstante, en vista de estos hechos, no duda en afirmar que “ciertamente, la convivencia y las libertades democráticas están ahora en peligro”.
Comenta, además, que nada de lo sucedido hasta ahora (detención de altos cargos de la Generalitat y los disturbios posteriores) le ha pillado por sorpresa: “Todo esto lo veía venir”. Pero ello no significa que no haya llegado al hartazgo: “Estoy de este asunto hasta el gorro. En Cataluña y en el resto de España, mucha gente que clama la palabra libertad ignora lo que significa la palabra democracia”. Y sobre el futuro, no arriesga a hacer un pronóstico: “No soy politólogo, soy un novelista”. “No sé cuál será el futuro de Cataluña e ignoro qué pasará el 2-0” –asegura- “no escribo sobre lo que va a pasar, sino sobre lo que ha pasado -y lo que no ha pasado y podría haber pasado”.
Abordamos ahora el espinoso asunto de sus relaciones con el nacionalismo. Juan Marsé nunca ha tenido buenas relaciones con el establishment nacionalista que gobierna Cataluña desde 1980. En una entrevista publicada en el diario La Vanguardia realizada por Joan de Segarra tanto al escritor como a su biógrafo, Josep Maria Cuenca, éste declara que “Marsé nunca ha ignorado la aversión que le ha tenido y le sigue teniendo el nacionalismo oficial. A fin de cuentas, se lo ha ganado a pulso no sometiéndose a la omertà de la que participan muchas gentes de la cultura en Cataluña, silentes en la vida pública y al mismo tiempo locuaces y críticos en reuniones reducidas sin micrófonos ni cámaras por medio”.
Preguntado por el tema, Marsé no duda ni un minuto: “Yo siempre he considerado nefasto cualquier tipo de nacionalismo. El nacionalismo, en cualquier parte del mundo, no ha causado más que odio, confrontación, burricie y desdicha”. Y dado el enorme entrismo que esta ideología ha practicado en todos los ámbitos de la sociedad catalana (partidos, sindicatos, medios de comunicación, movimientos sociales, educación), y puesto que el manifiesto que ha suscrito es un documento progresista, de izquierdas, la pregunta es obligada: ¿Cree honestamente que hoy en día, en Cataluña, se puede ser de izquierdas y no nacionalista? “Los nacionalismos no son de derechas ni de izquierdas” -proclama- “La lucha de clases no está en su agenda. El nacionalismo es la canción sentimental del soplagaitas”.
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