Este sábado los pericos hemos sufrido nuestra enésima jornada épica y agónica, ganando en la segunda parte a la U.D Las Palmas cuando estábamos en Segunda debido a la amplia victoria del Leganés contra el Valladolid. Llevamos tantas emociones en partidos de última jornada que uno, que lleva 37 años de socio, ya comienza a no recordarlas.
Por supuesto, es mentira y tengo grabado en mi memoria a sangre y fuego lo que vivimos en el partido contra el Murcia con Tamudo y Lopo de salvadores; el aún más agónico partido contra la Real Sociedad que sirvió para crear el ‘espíritu de Coro’, la clasificación en la última jornada para Europa también contra la Real; la no menos agónica promoción contra el Oviedo y, por supuesto, lo de ayer. También podríamos hablar de las emociones en las promociones contra el Málaga, Mallorca y el Racing, pero para llorar ya buscaremos otro día.
Viví el partido de ayer junto a Joan López Alegre y Daniel Sirera. Mientras Joan y yo éramos dos puros flanes Sirera se dedicaba a tranquilizarnos y a asegurarnos que eso estaba hecho. Y la verdad es que si no es un talismán se le parece, porque su tranquilidad nos contagió a pesar de la patética primera parte que hicimos, que invitaba al desánimo. Luego en la segunda parte todo se arregló, el vaticinio de Sirera se cumplió sin problemas, todos bailamos, todos gritamos y muchos acabamos invadiendo el césped. Joan y Dani no me acompañaron porque ellos son personas de orden.
Tras abrazarme a media humanidad en el césped, que estaba lleno de pericos entre aliviados y emocionalmente destrozados, fui expulsado de muy malos modos cuando intentaba hacer una foto en el banquillo local junto a mi hija por un mosso de esquadra de la misma escudería de los que no fueron capaces de evitar los atropellos en el derbi. Para echarme a gritos y empujones no le faltó actitud, para evitar que atropellaran a diecisiete pericos le (s) faltó profesionalidad.
Podía haber conseguido su objetivo con mejores modos, ya que tenía razón, porque se trataba de que dejáramos el césped para que pudieran salir los jugadores a ofrecer el triunfo a la afición. ¿Pero para qué ser amable si puedes ser borde? A fin de cuentas solo estábamos celebrando volver a caer en el pozo por tercera vez en poco más de cinco años. Pero explicarle esto a según que agentes cuesta mucho, así que decidí no argumentar y me limité a obedecer para evitar males mayores.
Al dejar el estadio vi mucha cara de espanto aliviado, mucha tensión acumulada estallando en una mezcla de felicidad y de miedo por volver a caer en el abismo, muchos gritos para olvidar una temporada que ha sido un desastre. Porque salvarse de una manera tan agónica, aunque sea con un equipo lleno de cedidos porque el dueño no quiso invertir ni un céntimo, no deja de ser un fracaso. Hoy toca celebrar el gozo de seguir vivos. Y muchas gracias a todos los compañeros de viaje que se han alegrado de nuestro triunfo.
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