Se conmemora oficialmente en estas fechas que el voto femenino ha cumplido 90 años en España, desde que las Cortes Constituyentes de la II República lo aprobaron en la sesión del 1 de octubre de 1931, pudiendo votar las mujeres en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Pero lo cierto es que durante la dictadura de Primo de Rivera, se produjo el primer intento de reconocer el derecho de sufragio femenino para las mujeres cabezas de familia, cuando se aprobó para unas elecciones municipales que nunca se llegaron a celebrar. En aquella época se pudo comprobar, según fue recogido en el censo electoral, según el Real-Decreto para la depuración del Censo Electoral, publicado en la Gaceta de Madrid del 12 de abril de1924, que alrededor de un cuarto de los electores eran mujeres. Al año siguiente 1925 se incluyeron a las mujeres viudas para unas futuras elecciones generales que tampoco llegaron a celebrarse.
La Unión Patriótica, que era el partido del presidente del Gobierno Miguel Primo de Rivera, organizó un referéndum que se celebró durante los días 11 y 13 de septiembre de 1926, en el que pudieron participar todas mujeres mayores de 18 años, y según los datos de participación lo hicieron el 40% del censo total, en el que las mujeres eran el 52% y los hombres el 48%. Por lo tanto y en base a esta consideración, es falso que el voto femenino en España cumpla 90 años ahora en el año 2021, porque en realidad cumple 95 años. Pero no acabó aquí la cosa, ya que en la llamada Asamblea Nacional Consultiva, que era la encargada de elaborar un anteproyecto de nueva Constitución, el régimen autorizó que pudieran participar “varones y hembras, solteras, viudas o casadas» integrándose trece mujeres.
En la Asamblea que se celebró el 11 de octubre de 1927 Concepción Loring fue la primera mujer de la historia en hablar en lo que hoy es el Congreso de los Diputados. El artículo 58 del anteproyecto de Constitución española que se debía de haber aprobado en el año 1928, prescribía textualmente que: “serán electores de sufragio directo todos los españoles de ambos sexos que hayan cumplido la edad legal”, consagrándose de esta forma tan explícita el sufragio universal femenino.
Cuando devino la Segunda República, en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931 se dio un paso atrás, y no se permitió que las mujeres votasen, ya que sólo los hombres pudieron hacerlo. Pero un mes antes se había modificado la Ley Electoral para que las mujeres pudiesen ser elegidas diputadas, pero se les negaba el derecho a participar en las elecciones. Para corregir esta anomalía y para permitir la plena participación de las mujeres en la vida democrática, Clara Campoamor, diputada del Partido Radical -partido de centro-derecha de Alejandro Lerroux, que acabó apoyando el alzamiento del general Francisco Franco- estuvo presente en la Comisión que redactó la Constitución de 1931.
Durante los debates que se suscitaron para aprobar o no el voto femenino en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, uno de los principales oponentes a la concesión del derecho de voto a las mujeres fue el doctor Roberto Novoa de la Federación Republicana Gallega -partido de izquierdas- que era un catedrático de patología de la Universidad de Madrid, que se había presentado a las elecciones coaligado con el PSOE, que utilizando argumentos biológicos llegó a decir que las mujeres no tienen capacidad de reflexión y espíritu crítico, porque están totalmente sometidas por los sentimientos; también añadió que las mujeres están dominadas por el histerismo que es consustancial a su naturaleza.
Mientras pronunciaba estas sandeces recibía aplausos entusiastas de las bancadas del PSOE. Por su parte Victoria Kent, la otra diputada de aquel Congreso que pertenecía al Partido Republicano Radical Socialista -partido político de izquierdas- alegó que se debía de privar de voto a las mueres porque utilizando un argumento de Arthur Schopenhauer, siendo la mayoría analfabetas, las casadas estaban dominadas por sus maridos y las viudas por los curas.
En aquellas Cortes constituyentes diputados de derechas, como José María Gil Robles, preconizaban la igualdad de sexos y el libre acceso de las mujeres al derecho de voto, mientras que otros diputados de izquierdas como Manuel Azaña o Indalecio Prieto, este último del PSOE, se declaraban contrarios a permitir que las mujeres votasen, siendo éste último el que tras apreciar que por aritmética parlamentaria que iba a ganar el «si», consiguió que cuarenta diputados del PSOE abandonasen vergonzosamente el hemiciclo para que con su abstención no tener que votar que no, evitando así las críticas de las mujeres de izquierdas. Finalmente en la votación del 1 de octubre de 1931, al ver que las derechas se decantaban claramente a favor del voto femenino, el PSOE rectificó y finalmente se pudo aprobar el derecho a voto de las mujeres mayores de 23 años.
Después de la Guerra Civil, y ya en la época franquista, las Cortes promulgaron el 22 de octubre de 1945 la Ley de Referéndum Nacional, que permitía someter a referéndum o plebiscito los proyectos de ley aprobados por las Cortes. Ampliando el límite de edad de veintitrés años establecido por la República, la referida Ley en su artículo segundo prescribía textualmente que «el referéndum se llevará a cabo entre todos los hombres y mujeres de la nación mayores de veintiún años», y siguiendo esta directriz las mujeres pudieron volver a votar en España en 1947 sobre la Ley de la Jefatura del Estado, que permitía algo tan importante como la restauración de la Monarquía, y en 1967 la Ley Orgánica del Estado que abría en España una futura vía constitucional y consagraba la libertad religiosa para judíos y protestantes.
Después de la muerte de Franco, la Ley de Referéndum Nacional de 1945 sirvió para que en 1976 se aprobase la Ley de Reforma Política, que nuevamente con el voto indistinto de hombres y mujeres, dio paso al sistema parlamentario y constitucional que tenemos hoy en día, y que surgió tras las elecciones generales del 15 de junio de 1977.
Ha sido un largo camino el de la consecución del voto femenino en España, en el que podríamos recordar a las mujeres españolas el aforismo «que Dios me guarde de los amigos, que de los enemigos me guardo yo».
Juan Carlos Segura Just. Diputado en el Congreso
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