
Cuando servidor leía cómics a mansalva, el gran Ivà era uno de mis autores favoritos. Desde las irreverentes páginas de ‘El Papus’, repartiendo a diestro y siniestro, a las más lucrativas — en aquella época — páginas de ‘El Jueves’. En esta última publicación consiguió saltar al estrellato definitivo de la historieta española gracias a dos míticas series: ‘Historias de la puta mili’ — con el inolvidable sargento Arensivia — y, sobre todo, ‘Makinavaja, el último choriso’.
Ivà falleció en el cénit de su fama en un trágico accidente de tráfico y nos privó de muchas páginas de talento desbordante y mala leche, pero nos legó ese ramillete de personajes inolvidables. Posiblemente Makinavaja haya sido el último gran ‘choriso’ barcelonés, en el sentido tradicional de lo que fue el ‘choriceo’, con sus códigos, en el antaño Barrio Chino — o Distrito V –, y actualmente el Raval.
Aunque permanece buena parte del ecosistema social de ese castigado barrio barcelonés que Ivà describió, con su gente buscándose la vida como puede en un clima hostil sigue vigente, porque los barrios degradados de las grandes ciudades nunca cambien, salvo que se gentrifiquen a mayor gloria de diseñadores y actores biempensantes, la memoria de los míticos personajes de Ivà sigue viva en mucho más que una taberna temática, el ‘Bar Makinavaja’ (Carretas, 51. Metro L3 y L9 Paral.lel).
De entrada podría parecer que el ‘Makinavaja’, que luce en su entrada una placa en homenaje al gran Ivà, es un bar para turistas, dada su colorida decoración y su profusión de dibujos y objetos dedicados al ‘Maki’ y sus compinches de andanzas, y a cierto Paralelo ya desaparecido. Pero no es así. Entre el público actual hay, y en eso Ivà se sentiría orgulloso, mucha clientela que, sin duda, sería habitual del bar del ‘Pirata’ — el auténtico domicilio y sede social de Makinavaja en sus aventuras y desventuras –.
Punkarras, trabajadores de Glovo o Amazon, alternativos del Raval herederos del Partido de la Gente del Bar que creó Carlos Azagra, currantes y jóvenes en busca de cervezas nocturnas a precio razonable compiten con algunos turistas y modernos que se dejan caer por este local. Leandro, el alma máter del ‘Bar Makinavaja’, ha sabido mantener el espíritu de la obra de Ivà, y merece un respeto por haberlo conseguido.
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