Ada Colau ha convertido Barcelona en una ciudad llena de basura y cada vez más desagradable, en la que los patinetes y bicicletas circulan por donde les apetece, con un gran riesgo para los peatones, sin que nadie se lo impida.
Además, la delincuencia hace lo que da la gana en Barcelona, actuando con gran violencia, mientras la Guardia Urbana, corta de efectivos y de recursos y sin ningún tipo de apoyo político por parte de la alcaldesa, se ve cada día más impotente. Y no olvidemos la falta de empatía de los comunes con el tejido económico de la ciudad al que ha machacado a impuestos y al que ha criminalizado, como ocurrió con el sector del turismo o el de la automoción.
Los botellones se multiplican porque no hay ningún respeto a la autoridad. Con una alcaldesa que presume de no cumplir las leyes que ella considera que son “injustas” es normal que así sea. Por eso muchos jóvenes siguen el ejemplo de Ada Colau y obedecen las normas que les da la gana.
Es lo que han sembrado los “comunes” y los frutos que los socialistas, los socios que deberían haber puesto orden en el gobierno municipal y no lo han hecho, van a recoger. Por eso Colau ya está preparando su salida a la política nacional, sea como ministra o como parte del sanedrín político de Yolanda Díaz, mientras pone a un candidato de paja a la alcaldía que se la pegue.
Colau no quiere quemar su futuro político en unas elecciones municipales que los comunes van a volver a perder, esta vez por mayor margen que en 2019. Y en mayo de 2023 no tendrá a un Manuel Valls que la salve.
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