El constitucionalismo catalán no tendrá una oportunidad como la que estamos viviendo en la actualidad, con unos partidos separatistas que están cada día dándose navajazos sin piedad, con su unidad de acción absolutamente dinamitada y con unos líderes que están mostrando a sus seguidores su auténtica faz: la del egoísmo que pone por delante la búsqueda del poder que el bienestar de los ciudadanos.
En este contexto en el que Esquerra, Junts per Catalunya, la CUP y la miriada de pequeños partidos ultraradicales y ultraseparatistas están enfrentados todos entre sí, el constitucionalismo catalán, con las diferencias legítimas que cada formación tiene, ha de buscar puntos de encuentro para intentar forjar una alianza que permita expulsar democráticamente a los independentistas del poder.
Ahora más que nunca hay que recordar que durante los plenos de la vergüenza en el Parlament del 6 y el 7 de septiembre de 2017 toda la oposición se unió ante los intentos del separatismo de privar de derechos políticos y cívicos a millones de catalanes. Ese espíritu es el que ha de prevalecer una vez se sepan los resultados de las próximas elecciones autonómicas.
Hará falta mucha generosidad y pedagogía, pero tenemos una oportunidad única de desalojar a los separatistas del poder e intentar que Cataluña vuelva a la ruta de la sensatez y deje la agitación y la autodestrucción que los independentistas escogieron como destino.
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