La Resistencia contra los intentos de Pedro Sánchez de acabar con nuestra democracia constitucional, al pactar la impunidad de los delitos de los partidos separatistas, ha cosechado este sábado un gran éxito. Centenares de miles de ciudadanos (un millón de personas, según la organización, y ciento setenta mil según los esbirros de Sánchez que trabajan en la Delegación del Gobierno) salieron en Madrid a la calle para decir «no» a la amnistía, al referéndum y al resto de componendas acordadas por el líder socialista para atar su investidura.
El poderoso aparato mediático socialista lleva semanas propagando que todas las movilizaciones están controladas por la «extrema derecha», la «derecha radical» o la «derecha» a secas, cuando en muchas de las concentraciones la presencia es transversal. Claro está que el centro-derecha se está moviendo, pero reducir la amplísima protesta contra Sánchez al aluvión de imágenes «seleccionadas» por los propagandistas del PSOE en la que se ven disturbios y encapuchados violentos, es una muestra más del nerviosismo de un Gobierno que, siendo legal, es indigno y amoral.
Por esta razón la movilización ha de ser permanente. Las gigantescas manifestaciones que hemos visto en Barcelona, Madrid, Málaga o Valencia, por citar solo algunas ciudades, han de venir acompañadas de muchos otros actos de Resistencia cívica y pacífica contra los intentos de Sánchez de acabar con nuestro sistema de libertades. El PSOE, y su sucursal catalana – el PSC – han decidido al fin, quitarse la careta para que veamos que son fieles compañeros de viaje de las formaciones independentistas.
Los socialistas se han plegado a todo lo que le han pedido los separatistas catalanes: indultos, intentos de desactivar la acción del Tribunal de Cuentas, manga ancha para que la Generalitat desarrolle su propio cuerpo diplomático, el arrinconamiento de las competencias de la Guardia Civil, ataques a la independencia del poder judicial para poder obstaculizar la acción de los magistrados contra los delitos del secesionismo, un aluvión de dinero a costa de las regiones más pobres de España para satisfacer la maquinaria clientelar independentista, apoyo para que Aragonès incumpla las sentencias judiciales del 25%, apoyo a la política comunicativa de TV3 y Catalunya Ràdio pactando con los partidos secesionistas el gobierno de estos medios…
Solo nos queda protestar y mostrar continuamente nuestro malestar ante lo que es convertir España, una nación de ciudadanos libres e iguales, en un país sumido en el tribalismo, la impunidad y la desigualdad, que son las cualidades que adornan a los partidos separatistas. Sánchez ha deseado situar al PSOE en ese bando, así que tendremos que luchar para que los socialistas no acaben con España como nación democrática, con España como Estado de derecho.
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