Cada vez que Artur Mas y Carles Puigdemont daban un nuevo paso hacia la secesión, un alud de opinadores y políticos aseguraban en los grandes medios de comunicación nacionales que nunca llegarían hasta el final y que los dirigentes secesionistas solo querían más dinero y competencias, y que se podría cerrar un acuerdo con ellos, como antaño se hizo con Jordi Pujol.
Se equivocaban estos tertulianos, porque el separatismo catalán intentó dar un golpe de Estado. Y no solo eso: sus líderes tras ser encarcelados, y haber cumplido sus penas de prisión como si fueran un chiste y haber indultados (a cambio de un puñado de votos para Sánchez en el Congreso), han prometido una y otra vez que lo volverán a intentar.
Y lo harán, sobre todo porque Oriol Junqueras se legitima como líder político por su paso por la cárcel. Cuando uno se define como un “preso político”, es que está luchando contra un Estado totalitario. Y cuando se cree, o se convence a tus partidarios, que esto es así, solo cabe la rebelión constante hasta conseguir la secesión. Pere Aragonès sacará pasta a Sánchez en lo que ERC llama “negociaciones bilaterales”, pero su objetivo final es volver a dar un golpe de Estado para acabar con la democracia en España.
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