Tras los disturbios que han ocasionado en Brasil algunos miles de seguidores bolsonaristas, emulando la toma del Capitolio a la brasileña, la polémica se ha trasladado a la política española, entre acusaciones de la oposición de rebajar tanto el Código Penal que puede facilitar el traslado de las algaradas a las calles españolas, y declaraciones de los voceros del Gobierno y aliados acusando a la derecha de ser lo más próximo al bolsonarismo.
El ‘bolsonarismo’ en España, si queremos definir así los disturbios producidos en los últimos días en la capital de Brasil, estaría formado por los que han hecho de la algarada su forma de hacer política. Los que consideran a la policía democrática su ‘enemigo’ (Podemos, comunes) y los que incitaron en el pasado — y no lo duden que lo repetirán en el futuro — a la toma de las calles bajo el lema “las calles serán siempre nuestras” (Junts, ERC y la CUP).
Este es el ‘bolsonarismo’ hispano, los que utilizan las instituciones públicas para estigmatizar y atacar a los adversarios políticos. Es el ‘puta España’ que se escucha cada dos por tres en TV3, es el premiar en los medios de la Generalidad a los comunicadores que denigran todo lo español, es subvencionar a las entidades ‘amigas’ para que señalen y denigren a los camareros, comerciantes, profesores o médicos que hablan en español.
El ‘bolsonarismo’ es promover la expulsión de la Guardia Civil de Navarra, o golpear a guardias civiles (Alsasua) y venderlo como una riña de bar; es discriminar a los hispanohablantes para acceder a la función pública en comunidades como el País Vasco o Cataluña; es promover que los niños dejen de hablar y no les inviten a jugar a sus compañeros cuyos padres exigen el 25% de español en la escuela; es favorecer que las AMPAs hagan el vacío a los padres que luchan por los derechos lingüísticos de sus hijos en las escuelas; es permitir la impunidad de grupos violentos separatistas que amenazan y agreden a estudiantes constitucionalistas en los campus universitarios.
Es el rector separatista de la Universidad de Barcelona que permite en un claustro universitario un profesor independentista llame “fascista” y “colono” a un catedrático constitucionalista, y no toma medidas; es que en dicha universidad un grupo de radicales boicotee con violencia un homenaje a Cervantes organizado por Societat Civil Catalana; es que una profesora secesionista dé un bofetón a una niña por dibujar una bandera rojigualda; es que vandalicen continuamente sedes del PSC, Cs, PP o Vox; es que insulten a Xavier García Albiol delante de su hija de once años cuando fueron al circo; o que intenten agredir a Alejandro Fernández o a Ignacio Garriga; o que limpien las calles con lejía cuando Inés Arrimadas va a un pueblo del interior de Cataluña.
Este es el ‘bolsonarismo’ que hay en España. Y son socios del Gobierno de Pedro Sánchez. Él quiere que lo olvidemos, pero muchos no lo haremos. Porque hemos sufrido la intolerancia y el supremacismo de los que el presidente ha indultado, les ha perdonado la sedición y les ha rebajado la malversación.
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