El 8 de agosto Salvador Illa fue investido como presidente de la Generalitat, lo que según los socialistas significaba el fin del ‘procés’ y comenzaba una nueva era de prosperidad y convivencia sin paragón en la historia de la Cataluña contemporánea.
Pero, a simple vista, pocos cambios se han apreciado en Cataluña, salvo en la situación personal de centenares de socialistas que han conseguido notables aumentos de sueldo al pasar a ocupar puestos en la Generalitat, o las vacantes que estos últimos han dejado en varias administraciones.
El presidente del grupo municipal del PP en Barcelona, Daniel Sirera, daba un dato sobre la ‘no-revolución’ que ha significado la llegada de Illa a la presidencia de la Generalitat. «¿Cuántas de las nueve mil empresas que se fueron por el procés han anunciado su vuelta a Cataluña», se preguntaba.
La respuesta es evidente: no ha habido ningún aluvión de empresas deseando volver. Queda claro que la pregunta de Sirera era pertinente, porque muestra que nada ha cambiado en Cataluña con un PSC que ha asumido el programa electoral de Esquerra Republicana y el de los Comunes, renunciando incluso a acuerdos ya cerrados, como el del Hard Rock o el del cuarto cinturón.
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