Algunos independentistas están promoviendo la candidatura de Llach a la presidencia de la ANC, la entidad que, junto a Òmnium Cultural, organizó las marchas multitudinarias y norcoreanas de los años álgidos del ‘procés’. El objetivo sería revitalizar una entidad que no está viviendo sus mejores momentos tras enfrentarse con Esquerra Republicana y alejarse de Junts con el intento fallido de promover otra candidatura separatista para las elecciones autonómicas.
Llach se deja querer y asegura que solo quiere formar parte del “Secretariado” de la ANC, dado que son elecciones indirectas, primero se elige a los miembros de este organismo y éste es el que elige luego al presidente. Este ex cantante sigue teniendo bastante predicamento entre la izquierda a nivel nacional, y conseguiría la cuota mediática que le falta a la entidad.
Además, aunque su figura se ha desgastado por las múltiples polémicas que ha protagonizado, que ha emborronado la figura que tenía de santón de la cultura catalana, conserva – de manera inexplicable – el suficiente predicamento entre algunos sectores independentistas para que la ANC deje la posición marginal que ahora mismo ocupa.
Cuando consiga la presidencia de la ANC – solo una marcha atrás de Llach podría evitar lo que es imparable – prepárense para soportarle en un sinfín de entrevistas en la miríada de digitales afectos a los partidos que dan apoyo al Gobierno y reportajes en los informativos de las radios y televisiones que piensan que Bildu es un partido a defender y Carles Puigdemont un represaliado político.
Y es que este músico forma parte de la cultura sentimental de lo que el PSOE ha bautizado como «coalición progresista”, así que su elección como presidente daría más peso a una moribunda ANC que podría intentar recuperar el peso que tuvo – y fue mucho – tanto en la política autonómica como en la nacional, como punta de lanza de la agitación independentista.
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