En todos los espectáculos hay tres o cuatro bobos, que a la mínima oportunidad que tienen muestran su estupidez. En vez de ir a disfrutar, van a dar la nota, porque está en su naturaleza, y no hay nada que hacer. Si a Joan Manel Serrat ya le pasó que un bobo ilustre le gritó “canta en catalán, que estamos en Barcelona”, John Cleese no iba a ser menos.
El mítico integrante de los no menos míticos Monty Python recaló el pasado jueves en Barcelona, y llenó el Teatro Coliseum. En un momento del espectáculo, hablando de los “spanish”, en referencia al público, motivó que silbaran los tres bobos ilustres que asistieron al show. Nadie les hizo ni caso, porque apenas se les oyó y porque Cleese ni se enteró. Pero quedó constancia que el separatismo más chorra estaba en la sala.
La gracia del espectáculo era ver a John Cleese por última (o penúltima) vez antes de que la diñe, dado que pasa de los ochenta años y el espectáculo, además, se llama así (Last time to see me before I die). Por lo tanto, el público estaba dispuesto a aplaudirlo todo, mientras Cleese estuviera sobre el escenario. Y así fue, mientras disertaba sobre los límites del humor, la cultura de la cancelación, su madre o sus principales trabajos, bien con los Monty Python al completo, o fuera de ellos, la audiencia le escuchaba con un respeto casi religioso.
Si a pocos metros de ti tienes a una de las personas que revolucionó el humor a nivel mundial, queda poco más que adorarle. Algunas de las anécdotas que contó eran más que conocidas, como cuando relató en el turno de preguntas que la nacionalidad del personaje Manuel, el camarero que era maltratado por Cleese en Fawlty Towers se cambió en la emisión televisiva catalana, y pasó de ser natural de Barcelona a “portugués”. Eso es lo que dijo Cleese, aunque en España TVE lo convirtió en italiano y TV3 en mejicano. Solo la tele pública vasca le mantuvo la nacionalidad española.
También reveló por qué una de las series míticas del humorismo mundial solo tiene dos temporadas, de seis capítulos cada una. Escribir cada capítulo de Fawlty Towers eran dos meses de trabajo para los dos guionistas, el propio Cleese y Connie Booth (esta última también interpretaba a la camarera Polly). Además, entre la primera y la segunda temporada Cleese y Booth, que eran matrimonio, se divorciaron. Si a eso se une la presión por el gran éxito y la gran calidad de los capítulos grabados, el resultado es que tanto Booth como Cleese decidieron darla por finalizada.
Cleese estuvo amable, divertido y a sus ochenta y dos años de edad demostró una vitalidad envidiable. El momento final del show fue una muestra más de la capacidad de este maestro del humor de reírse de todo, incluyendo la muerte, o mejor dicho, su propia muerte. Llegó a Barcelona con más de dos años de retraso, porque la pandemia fue aplazando el show, pero valió la pena.
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