Resulta realmente paradójico que en un contexto democrático se esgrima con toda naturalidad que hay temas de evidente interés público que no se tocan. En particular, resulta inaudito que se afirme sin sonrojo que bajo ningún concepto se puede reformar el modelo lingüístico (ilegal) de la escuela catalana. Y, desde luego, resulta alarmante que se trate de expulsar del debate público, llegando a la descalificación personal, a quien rebate este discurso y plantea alternativas reformistas más que razonables.
Esta semana se trató el tema de la mal llamada inmersión lingüística (deberíamos hablar de monolingüismo) en ‘El debate de la 1’. ¡Juzguen ustedes el tono (minutos 51-54) de los representantes de ERC y Somescola frente a la presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB), Ana Losada.
Pero esto no es nada al lado de lo que ocurrió el pasado sábado en el programa ‘Preguntes Freqüents’ de TV3 cuando Vicent Partal, director del digital Vilaweb, en el marco de un debate sobre la misma cuestión entre el diputado de En Comú Podem Joan Mena y la propia Losada, cuestionó a la televisión pública catalana por “poner al mismo nivel” ambos discursos, calificando (¡sin aportar ninguna evidencia!) de mentirosa a la presidenta de la AEB y llegando a afirmar que no entendía por qué Mena tenía que “aguantarla”.
La bochornosa intervención de Partal, que para colmo recibió un caluroso aplauso de un público plagado de lazos amarillos, ha sido ampliamente denunciada en las redes sociales.
En democracia es sencillamente inadmisible que se trate de negar al que disiente la posibilidad de dar a conocer sus postulados. Algo inquietante sucede en una sociedad cuando, en una televisión pública, en horario de máxima audiencia, un periodista se atreve a lanzar semejante improperio, sin ningún rubor, y además resulta premiado por hacerlo.
Porque a los aplausos en el plató siguió un ataque masivo en twitter a una persona que defiende algo tan “peligroso” como una escuela bilingüe en una sociedad bilingüe: una escuela que, atendiendo a lo que una y otra vez dictaminan los tribunales, el catalán y el español sean lenguas vehiculares en una proporción nunca inferior, en ambos casos, al 25%.
El discurso de la AEB es aire fresco en esta Cataluña tan aturdida. Es el verdadero discurso de la cohesión social. Sea cual sea el grado de conocimiento del español que tienen los niños catalanes (que no se sabe porque los nacionalistas rechazan una y otra vez las pruebas comunes), ¡estamos ante una cuestión de libertades! Las lenguas, por más que muchos compartamos políticas proteccionistas para las menos habladas, no tienen derechos. Sencillamente ningún niño ha de sentir que su lengua materna es algo residual en un centro de socialización tan importante como es la escuela.
El tan cacareado “consenso” nunca ha existido. Muchos, entre los que me incluyo, hemos votado más de una vez a partidos que defienden la “inmersión” sin compartirla en absoluto. Los argumentos a favor del bilingüismo son infinitos y las personas que alzamos la voz somos cada vez más. Pero, aunque fuéramos pocos y las razones no fueran tan poderosas, quiero subrayar (es el leitmotiv de este artículo) que una de las grandezas de la verdadera democracia es el respeto a todas las sensibilidades.
Es lamentable tener que recordarlo pero hay que hacerlo. Termino con una espléndida frase de Stuart Mill que tengo colgada en el corcho de mi despacho en la Universidad: “Si toda la humanidad compartiese la misma opinión y solo hubiese una persona en contra, la humanidad no tendría más derecho a silenciar a la discordante que esta, si pudiera hacerlo, a silenciar a la humanidad”.
Isabel Fernández Alonso (Profesora Titular de Comunicación en la UAB)
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