Hay que defender la necesidad de normalizar la presencia de los uniformes militares entre la sociedad catalana, porque el Ejército español es un cuerpo al servicio de todos los ciudadanos, que respeta nuestro ordenamiento jurídico democrático y lo defiende.
Ya lo vimos durante la etapa más dura de la pandemia, cuando efectivos de la Unidad Militar de Emergencias actuaron con eficacia para desinfectar residencias de ancianos, ambulatorios y otros equipamientos públicos, para intentar reducir el riesgo de contagio. Siempre que hay una catástrofe natural, allí están los miembros del Ejército para ofrecer su conocimiento y experiencia.
Parte de la sociedad catalana, sobre todo el secesionismo, en vez de considerar al Ejército como un aliado imprescindible para que la sociedad funcione mejor, lo ve como un “enemigo”. Les recuerda a esa “España” que tanto les molesta, a esa España democrática que ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero que aún así la desprecian y quieren separarse de ella.
Al separatismo le molesta el Ejército por la bandera nacional que llevan en su uniforme. No se fijan en la voluntad de sacrificio y servicio que los militares han demostrado una y otra vez. Su fanatismo les ciega y les impide ver que tenemos unas Fuerzas Armadas que solo tienen una vocación: trabajar por el bienestar y la seguridad de todos los ciudadanos.
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