Paseando por las calles de algunas ciudades de alrededor de Barcelona encontré una curiosa pegatina: mostraba una imagen de un trio de rumberos, con el estilo de la década de los setenta, parecían más los Chichos, aunque podrían ser perfectamente los Chunguitos. No era ningún “flyer” de sala de baile, pensé incluso que reabrían Zafiro-3. Era más bien material de agitación y propaganda, por su texto podemos deducir su autoría: «Libre, libre quiero ser, quiero ser libre. Yo apoyo el referèndum. #QueNoDecidanPorTi #QueremosSerLibres»
Desde luego pretender como estrategia para ganarse las bases de trabajadores del Área Metropolitana utilizar esta campaña nos retrotrae a las pintadas de inicios de siglo XX, precisamente en las mismas zonas, tipo “Charnegos fuera” o “Aquí termina Cataluña”. El Catalaexit en su afán por sumar gente, incluso a la que desprecia, recurre a tópicos insultantes. Cierto es que con la articulación del colectivo “Súmate” nos dio cierta penita; más cuando los independentistas pedían que el Sr. Rufián bailara sevillanas en la Feria de Abril de Barcelona, con las “esteladas” de fondo.
Hay en el nacionalismo catalán un cierto pensamiento “naif”, que se siente inocente, constantemente agraviado, pero que obedece a impulsos crueles y provincianos. Una fe absurda en la superioridad moral e intelectual, que les lleva directamente al fanatismo. Todo un poco religioso, la verdad.
Uno se pregunta qué podemos esperar de gente que diseña estas pegatinas, qué visión tan simplona y clasista tienen de los trabajadores del Área Metropolitana, de los que habitualmente nos expresamos en castellano. El historiador Martí Marín Corbera de la UAB afirma en un estudio de 2013 que la llegada de migraciones internas en Cataluña “no fue precisamente una luna de miel”, las autoridades franquistas catalanas los acogieron con recelo, alojándolos en infraviviendas y organizando campañas de expulsión: sobre unos 15.000 trabajadores del Sur de España primero con José Mª de Albert Despujol y después con Antonio María Simarro, ambos Alcaldes del Barcelona entre 1951 a 1957.
El profesor Marín Corbella explicita que “fueron los propios inmigrantes quienes se integraron entre sí, transformando el suburbio en barrio y escalando posiciones a pulmón en la escala socioprofesional de la industria local”.
Si el “Think Tank” del independentismo cree que alimentando tópicos de rumba y camisas horteras atraerá el voto de los no denominados Charnegos (aunque sentidos como tales), demuestra que falta “Think” y sobra desprecio; de psicología están fritos.
¿Por qué no se les ha ocurrido diseñar una pegatina con alguna canción de Llach, de la Dharma o “Els Pets” (interesante grupo, que con su nombre, ejemplifica perfectamente el significado del Procés)?
Mejor convirtamos la pegatina en una anécdota del surrealismo en Cataluña, o del dadaísmo, en una “boutade”. Por cierto, ya que estamos con la rumba, al Honorable Puigdemont se le podría recomendar algo de rumba catalana, por ejemplo de los hermanos Capdevila, conocidos como “Rumba Tres”: “…vete, no quiero verte, vete, por tus mentiras vete, lejos de aquí…”
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